Wednesday, February 29, 2012

¿Qué?

Dalí Atomicus. Philippe Halsman, 1948.


La peculiaridad rodea a cada quien de su forma, a su manera, y somos nadie para recrear una  perfección humana que por desdicha es una ficción ideal. Los genios comienzan locos, terminan locos, esfera viciosa que nos lleva a pensar qué es realmente la desviación de la normalidad.  La locura, es el ámbito del saber, ese componente ideal que pone en duda lo que para muchos es la “verdad” declarada, la que desespera y exaspera a aquellos que adoptan una posición absoluta y cierran sus mentes ausentes de nuevos comienzos, aterrados de una nueva verdad.

La realidad es, que al igual que los sentimientos encontrados, la locura y la cordura están dividas por una línea difusa, en la que saltamos de rato en rato, dominando nuestra vida por turnos. Todos estamos perdidos sin remedio, porque somos seres de razonamiento, humanos con capacidad, y así suene redundante, la locura no existe sin razón. Sin embargo, solo la razón es capaz de reconocer a la locura, de tomar consciencia y establecer una relación entre el conocimiento y la experiencia. ¿Ah? Me perdí. Y ¿entonces? ¿el que no reconoce que está loco, es el que está loco? ¿será entonces la locura la forma más alta del saber? Quizás estamos siendo ignorantes ante la divinidad del delirio, limitando los alcances de nuestra consciencia, viviendo como seres insulsos destinados a extraviarnos en la inanidad de nuestra estrecha mentalidad.

Estamos tan involucrados a mezclarnos con el resto que no dejamos que nuestro lunatismo se apodere por unos momentos. Esos frágiles momentos que demuestran quien eres, a dejar que la razón opere en el vacío. Desafiar el uso exacerbado de la facultad del saber, crear nuevas teorías y no echarle en carga a esos filósofos y genios de la época. Digo yo.

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