Saturday, February 18, 2012

Cuando el psicoanálisis ataca

Self 4, Brookline. Nicholas Nixon, 2008.
Locura.


Filosofeando entre bebidas espumosas, se abrió el camino para descifrar los mensajes interestelares orbitando en mi subconsciente. Mi lapsus linguae no se debe al grado de alcohol, sino a mi siempre fiel ambivalencia, esos sentimientos conflictivos opuestos interdependientes que me acompañan y demuelen mi equilibrio emocional. Muchos adjetivos, pocas explicaciones, pero de alguna forma encuentro refugio en el psicoanálisis, pues no hay nada más liberador que el saber transferencial, la búsqueda natural de exteriorizar una definición que hace rica la clínica y las investigaciones. Lo leído orienta, quizás por eso es esencial saber escuchar, y no escuchar desde el saber.

No es que intente buscar razón para lo que no está del todo perfecto en mí, pero posiblemente exista un medicamento para evitar el mantenimiento de una oposición del tipo sí-no, esos relacionados con los síntomas cardinales de la esquizofrenia. Estoy siendo sarcástica. No, no pretendo ser esquizofrénica, pero ya se está tornando pesado el típico acto de “quiero y no quiero”, eso de amar y odiar en un mismo movimiento. Resulta  que Freud estableció en muchas ocasiones que existe una lógica donde coexisten dos tendencias opuestas, que pueden evidenciarse por la simultaneidad en la psiquis de cualquiera del sí y del no. Es una característica usual de la condición humana hasta llevada al extremo, esa capacidad que tenemos de poder llevar la inversa a ser verdadera. No sé si me explico.

La especie humana no es el reino del instinto, tenemos valores, factores externos que interfieren quizás con nuestra concepción de decidir. Lo que quiero decir, es que somos fuente de amor y odio, y es normal estar acompañado simultáneamente por sentimientos agradables y desagradables. Bleuler también reconoció la presencia de la ambivalencia, y lo considera todo como un movimiento humano de expresión. Siempre está presente el doble significado de la interpretación, impulsos contrarios sincronizados ante una misma situación, en un mismo individuo, lucha permanente tal cual como intentar definir quién eres y a dónde vas. La respuesta nunca está ni estará clara, pero eso no significa que quieras dejar de preguntar.

Todos estos adelantos psicoanalíticos terminan reconfortándome, pues no necesito una lobotomía después de todo. Sin embargo, es increíble como el agujero negro de los sentimientos encontrados puede llevarte a perder la razón.  Mucha indecisión, muchos altibajos, mucho que considerar. Qué sientes más, qué te impulsa más. El amor o el odio? Querer o no querer? Más que una característica humana es un defecto, que no muchos padecen. Igual, solo estoy siendo exagerada. Realmente mi monólogo intrínseco desarrolló todo este teatro porque no quería tomar una decisión, decisión que eventualmente tomé. Así que olviden lo que dije. 

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