Wednesday, February 15, 2012

Yo, mi otro yo, y quizás otro más.

Mental Map: St. Gallen Projection. Franz Ackermann, 2004
Mente revolucionaria con mucho que decir.


Meras observaciones mías, desde distintas ventanas del alma, distintos momentos y memorias. He llegado a reconocer que soy un ser en ausencia de organización psicológica, identificándome siempre con aquel que me recuerda ciertos rasgos de lo que fui, de lo que soy, de lo que me gustaría ser. No tengo una crisis de identidad, pero nunca he creído que el ser humano posea una individualidad definida.

Ninguna persona es la misma por un largo período de tiempo, se puede evidenciar claramente bajo la auto-observación seria y profunda, luego de despertar consciencia. Esta multiplicidad psicológica se dice llamar alter ego, pero ciertamente yo considero que el humano solo está en constante cambio, en una constante discusión interna de sobre quien prevalece, de quien controla el cerebro intelectual, el centro emocional, el que obtiene la supremacía sobre el cuerpo. El que ignore esta lucha en sí, no ha evidenciado los innumerables cambios y contradicciones de cada quien, o al menos no en distintas y específicas situaciones. Ese otro tú que se descontrola cuando te pasas de copas; ese otro tú que domina cuando te enamoras, siguiendo del típico acto de “yo no era así”; odias la vida y al minuto sientes eterna felicidad, entre otros muchos ejemplos.

Vivir en un mundo sin concordancia, es claramente vivir como humanos, débiles ante en conflicto continuo y la falta de voluntad ante las miles personas viviendo bajo tu adorada y “’única” personalidad. Lo sé, es una desafortunada realidad, y la forma de solventar esta lucha imparable es… pues no lo sé. No soy ninguna Freud del siglo XXI, pero es obvio que cada quien posee las llaves para su propio entendimiento. Realmente, quién soy yo para dar consejos de auto-comprensión, cuando millones de veces me he visto presa de las diversas circunstancias que me victimizan, pocas veces consintiendo el hecho de que la vida es ilusoria y fugaz, de que la muerte últimamente reduce a cenizas las vanidades del mundo. Indiscutiblemente, la vida es un problema que nadie entiende, y no pretendo volverme existencialista.

Sé que no soy sólo yo la que piensa esto. 






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