Monday, May 28, 2012

Y así...


Y aquí es cuando te percatas de que pensar, quizás demasiado, sea el peor de tus males.
Sí, concibes tormentas ácidas en un día con sabor a verano, cultivando duda pero escondiendo incertidumbre, siempre escondiéndola, mientras adornas con sonrisas las ansias de calma en un momento de adversidad.

Sin ventilar, drenar, airear, soltar. No sin palabras entrujadas, a expresar lo que con voz no puedes, a generar prosas con dolores ajenos, a suturar heridas con fragmentos de pobres recuerdos, y así.

No puedes evitarlo. Vuelves sin más a parrafeos complejos, que ni tú ni nadie entiende, enigmáticos para aquel que mira con la más simple de las visiones, aquel que no mira con el corazón, ni con el alma, ni con el sentir; sino con ese entendimiento superfluo que limita, ciego ante palabras que esconden miedo, deseo… ciego, ante ese puente de letras que te lleva lejos, y así.

Y vuelves a pensar, quizás demasiado. Tus pensamientos apresan tu ser, tu razón, hasta encenderse, maquinizar, sin priorizar, perdiendo el brillo de su dulce facultad. Cambiaste el más virgen de los sentimientos por un laberinto atrevido, dividido, sin salida, sin respuestas… y te encuentras atrapada en él, ahogada en una prosa que perece entre las sombras de tu consciencia. Sin pensar, quizás puedas existir, y así.


Monday, May 7, 2012

No, no lo sabes todo.



Slide. Sara Greenberger Rafferty, 2007.


Menudos interlocutores que te acompañan.

Bien sea Sócrates, bien sea Dios, bien seas tú misma.

Temes poco de llamarte conocedora de mucho, aún siendo conocedora de nada. Has pecado de creerte un ser con franca superioridad intelectual, porque crees saber lo importante, lo cultural. Porque utilizas trampas dialécticas, porque sabes que el dominio de las palabras aderezadas con conceptos y teorías envenenan y persuaden. Sólo “capturas almas”, diría Platón.

Prejuiciosa, sabelotodo. Para tu pesar, eres sólo un razonamiento falaz, aún poseyendo el potencial de relucir más allá de tu gloria personal. Te escondes detrás de la lógica, detrás de  aquellas voces que residen en tu mente presumiendo de tu virtud sobrevenida. Que va.

Piensa ahora como Sócrates, pues creerse sabio, ciertamente, no te hace uno. Tu sabiduría no radica en la acumulación de tus conocimientos banales y culturales, sino en tu capacidad interna de no creerte digna de saber lo que no se sabe.

Lo que toca a la sabiduría es inalcanzable para todo ser humano, y ciertamente no eres la divina excepción.