Slide. Sara Greenberger Rafferty, 2007. |
Menudos interlocutores que te acompañan.
Bien sea Sócrates, bien sea Dios, bien
seas tú misma.
Temes poco de llamarte conocedora de mucho, aún
siendo conocedora de nada. Has pecado de creerte un ser con franca superioridad
intelectual, porque crees saber lo importante, lo cultural. Porque utilizas
trampas dialécticas, porque sabes que el dominio de las palabras aderezadas con
conceptos y teorías envenenan y persuaden. Sólo “capturas almas”, diría Platón.
Prejuiciosa, sabelotodo. Para tu pesar, eres sólo
un razonamiento falaz, aún poseyendo el potencial de relucir más allá de tu
gloria personal. Te escondes detrás de la lógica, detrás de aquellas voces que residen en tu mente
presumiendo de tu virtud sobrevenida. Que va.
Piensa
ahora como Sócrates, pues creerse sabio, ciertamente, no te hace uno. Tu
sabiduría no radica en la acumulación de tus conocimientos banales y culturales,
sino en tu capacidad interna de no creerte digna de saber lo que no se sabe.
Lo que toca a la sabiduría es
inalcanzable para todo ser humano, y ciertamente no eres la divina
excepción.
Mi grandioso cerebro te saluda, mortal. Inclínate
ReplyDelete